Ouija - Profesor Miguel Antonio Ojeda - Instituto CEPE de Argentina

 



Ni las hermanas Fox ni Allan Kardec recurrieron jamás al uso de la tabla ouija, aunque les hubiera sido mucho más cómodo para conversar con la gente del más allá. 

Aunque rudimentaria, esta forma de comunicarse con los espíritus era conocida desde la antigüedad. No es ningún invento moderno. Pitágoras la describió en el siglo VI a.C., así como Ammianus Marcellinus lo haría con un modelo perfeccionado, en el siglo IV d. C. En él se utilizaba un péndulo en lugar de la plancheta que vendría muchos después.

En general la ouija se practica sobre una mesa redonda, de manera pulida, sobre la cual pueda deslizarse sin problemas una copa de cristal invertida. En el borde de la mesa se ponen cartulinas con todas las letras del alfabeto y los números. Una vez lograda la concentración adecuada, todos colocan un índice sobre la copa que, de haber suerte, se moverá de una letra a otra formando las palabras que constituirán el mensaje del más allá.Pero fue en la segunda mitad del siglo XIX que la tabla adquirió la forma conocida, con la plancheta a modo de corazón apoyado sobre tres patas.

Incluso el nombre de ouija le fue concedido entonces, por Williams Fuld, que declaró haberla inventado, el muy embustero, y se atrevió a patentarla. Y lo hizo para ganar dinero. En esto consiste el progreso. Este nombre de ouija deriva del francés oui y del alemán ja, dos palabras que significan lo mismo: sí. Uno no llega a comprender por qué Fuld no dio a su tabla el nombre de ouiyes o jayes, pero así son las cosas. La tabla está formada por dos partes: la tabla propiamente dicha, donde están pegadas las letras del abecedario, los números 0 al 9 y dos palabras: SI y NO, y a veces ADIÓS para avisar que el espíritu presente da por terminada la entrevista.

Hay una segunda pieza, movible, que puede deslizarse sobre el tablero y sobre la cual apoya muy levemente los dedos la persona que espera recibir un mensaje. La pieza, llamada, a veces panchette, que suele tener forma de corazón, como antes se dijo, va deteniéndose en las letras o los números, uno después de otro, para formar un mensaje. La tabla fue utilizada con gran entusiasmo a fines del siglo pasado por algunos miles de aficionados de todo el mundo –menos por Kardec, que era un poco anticuado- y ha vuelto a convertirse en artículo de moda, o de diversión, por quienes desean pasar un rato agradable, sin caer en la cuenta de que se trata de un objeto peligroso como se dirá más tarde.

Por supuesto que este juego, si así se le puede llamar, no es personal, sino que ha de ser colectivo. Mientras deja el actor principal que se deslice la plancha por la ligera presión de sus dedos, otra persona escribe en un papel todo lo que vaya resultando. En cuanto el espíritu visitante indica que debe abandonar el juego, puede leerse el mensaje.

¿Recibe el adepto a la ouija verdaderos mensajes del más allá, como suponen quienes en esto creen, o se trata de mensajes emitidos por el subconsciente de quienes utilizan la plancheta? Por lo que sea, los psicólogos opinan que este juego es peligroso y puede causar severos daños a la mente, e incluso conducir al protagonista a la locura.

Explican que, por lo general, el subconsciente se manifiesta a través de los sueños o por hipnosis. Jamás deben manifestarse consciente y subconsciente al mismo tiempo encontrándose el sujeto consciente. Puede sufrir por ello fuertes traumas. Además, ¿es posible que el mensaje recibido a través de la tabla ouija influya en los actos que realizará más tarde una persona?

Algunos ejemplos de utilización de la ouija

La tabla ouija no es precisamente uno de esos artículos esotéricos que debe consultarse con ligereza y, menos aún, cuando se es algo impresionable. A veces, su uso es objeto de bromas -generalmente pesadas-, pero otras a tenido consecuencias nefastas para aquellos que han sabido interpretar los mensajes que puede transmitir. Jennifer Lynn Sprigman, de 14 años vecina de Downers Grove, Illinois, había sido siempre una muchacha nerviosa e impresionable. 

En diciembre de 1972 se encontraba con una compañera de la escuela, cuando a ésta se le ocurrió jugar un rato con la tabla ouija. Jennifer preguntó por curiosidad, a qué edad moriría.

Podía haber preguntado cuál sería el nombre de su futuro novio, o que edad se casaría y cuántos hijos tendría, pero no fue casual que su pregunta se relacionará con su oculto desequilibrio nervioso. La plancheta dio una cifra, 18, y siguió con una palabra: asesinada. Las dos amigas rieron con la respuesta. Les parecía muy graciosa. Siguieron preguntando cosas relacionadas con la muerte de Jennifer: de qué forma moriría. La tabla contestó de inmediato; estrangulada.

La joven murió estrangulada, como anunció la tabla, el 3 de octubre de 1976 faltando dos semanas para su 18 aniversario. Jamás atraparon al asesino. La amiga de Jennifer consultó con la ouija, pero ésta no volvió a citar su nombre, ni dio el de su asesino.

Se ha convertido en clásico del tema lo sucedido una tarde de enero de 1885, en la ciudad de San Petersburgo, cuando un joven jugaba con la tabla ouija que acababan de obsequiarle. Obtuvo por conducto de ella un nombre: Andrei, que era el de su difunto padre. Cuando volvieron a jugar su madre y ella, el día 22, para ver si les ofrecía algo menos aburrido, sucedido al asombroso.

Apareció el nombre de Alejandra, seguido de 5 palabras: “Tienes que salvar a Nicolás”, que fueron seguidas por un curioso mensaje. Era la historia de un joven revolucionario llamado Mijaíl, que había sido sorprendido en una reunión clandestina y condenado a cinco años de destierro en Siberia. El mensaje había sido emitido después de morir Mijaíl, cuando intentó huir de la prisión. Esta historia, que sería investigada por el Dr. Alexander Aksakov, gran aficionado a los fenómenos psíquicos, no pudo ser aclarada.

¿Había leído la joven de la ouija alguna novela, o escuchado una noticia que dejaron una profunda huella en su mente, sin que ella se diera cuenta, y fue a surgir, ligeramente transformada, como consecuencia de la velada del 22 de enero?

Resulta sumamente sencillo cometer fraudes con la tabla ouija. Fue lo que le sucedió a Clara Hoover, rica heredera que había sido invitada a tener una experiencia por su amiga Margaret Faulkner, amiga de toda la vida. El New York Time del 6 de marzo de 1970 dio a conocer lo sucedido. La persona que se ocupó de manejar la tabla fue, lógicamente, la amiga, quien obtuvo un mensaje del más allá que resultó, oh maravilla, francamente favorable para ella: una ser venido del otro mundo ordenó a la joven heredera hacer entrega a la querida amiga de una abultada suma de dinero.

El enrevesado caso de Patience Worth


La señora Curran se entretenía, allá por el año 1913, con una tabla ouija en compañía de su amiga Emily Grant. La plancheta comenzó a moverse de improviso y señaló diversas letras para formar un texto venido del más allá. 

Parecía enviado por una mujer llamada Patience Worth –traducción: el valor de la paciencia-, dando así inicio a una de las comunicaciones por ouija más extraordinarias en los anales de la investigación psíquica.

A lo largo de 25 años, aquella Patience dictó, a través de la señora Curran, lo mismo novelas que epigramas y poemas. El fenómeno fue estudiado por Walter Franklin Pierce, de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Boston. La Sra. Curran murió en diciembre de 1987 y parecía que con ella desaparecerían Patience y sus obras literarias. Pero no fue así, porque reapareció 30 años más tarde, en circunstancias harto curiosas.

Cierto Harold O´Neal recibió en la Navidad de 1967 una tabla ouija de obsequio de una de sus hijas. Le pareció una broma tonta, sabiendo todos que era bastante escéptico. Pero, ante la insistencia del elemento femenino de su casa, se avino a utilizarla. Para su sorpresa, la plancheta se movió y señaló el nombre de un tal Jacob, completamente desconocido. O´Neal tuvo entonces deseos de saber algo más sobre los mensajes de la ouija y leyó varios libros. Conoció así la historia de Patience Worth.

Se le ocurrió preguntar a Jacob si lo conocía. La respuesta fue negativa. Una de las hijas del matrimonio, llamada Jathy, consultó entonces con la ouija y se puso en contacto por medio de ella con Patty Starry, joven de 17 años que había sido violada y asesinada cerca de la escuela, en Colorado. Ella sí conocía a Patience. Poco después era la misma Patience quien mandaba un mensaje y algunos poemas recientes. Declaró entonces que antes de ser Patience se había llamado Nora Fleming y había vivido en Escocia –como puede verse, todo en estos fenómenos tiene una relación: al hablar de ouija aparece la escritura automática, la reencarnación y el subconsciente- donde murió en 1928.

Algún tiempo después desapareció Patience y acudió a transmitir mensajes Hannah Pringles, quien declaró lo que sigue: Patience no volvería a aparecer, por una razón muy sencilla. Había vuelto a nacer el 17 de junio de 1969, en forma de niña encantadora, de unos padres que vivían en Connecticut.

Lo curioso de este caso es que otras personas, sabedoras de lo sucedido, lograron comunicarse con Patience y recibir de ella mensajes, a pesar de haber reencarnado en junio de 1969. En uno de ellos afirmó que jamás se comunicó con Harold O´Neal ni con nadie que no fuera la señora Curran.

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