Combustión Espontánea - Parapsicologia Profesional
Combustión Espontánea
Entre todos los destinos inexplicables que pueden aguardar a una persona, quizá el más extraño sea el de "arder" inesperadamente sin que ninguna causa aparente lo justifique. Las víctimas son devoradas por unas llamas tan terribles que en pocos minutos la persona queda reducida a un montón de cenizas carbonizadas.
Estos casos han provocado un gran conflicto
entre médicos, investigadores y científicos en cuanto a su origen y la
posibilidad de que la causa estén en el mismo cuerpo humano.
A continuación, verán los casos verídicos más
polémicos de Combustión Espontánea Humana (CHE). Les recuerdo que las
fotografías que aparecen aquí pueden afectar su sensibilidad.
La Combustión del Doctor Bentley
El doctor J.Bentley, médico retirado,
vivía en la planta baja de un edificio en Coudersport, Pennsylvania.
En la mañana del 5 de diciembre de 1966, Don
Gosnelí entró en el sótano del edificio para leer el contador del gas. En el
sótano flotaba un humo azul claro de olor extraño. Gosnelí descubrió por casualidad,
en un rincón, un montón de cenizas. Nadie había respondido a su saludo al
entrar, de modo que decidió ir a echar un vistazo al anciano. En el dormitorio
había el mismo humo extraño, pero ni rastro de Bentley. Gosnelí miró en el
cuarto de baño y se enfrentó con una visión que no olvidará nunca.
El suelo estaba quemado y en él se abría un
enorme hoyo por donde se veían las tuberías y vigas que había quedado al
descubierto. Al borde del hoyo vio una pierna marrón, desde la rodilla hasta
abajo, como la de un maniquí. ¡No miró más! Gosnelí huyó del edificio a toda
prisa, y fue a dar parte de su macabro descubrimiento.
Fuego
Interior
El bombero Jack Stacey, acudió al incendio de
un inmueble abandonado de Londres. La casa no tenía señales de daños por fuego,
pero cuando Stacey examinó su interior, se encontró el cuerpo en llamas de un
vagabundo al que conocía como Bailey. Tenía una hendidura de unos diez
centímetros en el abdomen -recuerda Stacey-. Las llamas salían por ella con
fuerza, como un soplete. Para apagar esta violenta llama, Stacey dirigió el
chorro de la manguera al cuerpo del vagabundo, extinguiendo -dijo- la llama en
su origen. No hay duda de que el fuego se inició en el interior del cuerpo.
No llegó a saberse la causa real del incendio.
En el edificio no había gas ni electricidad, y no se encontraron cerillas.
Incluso en el caso de que el vagabundo hubiese dejado caer un cigarrillo
encendido sobre sí mismo, se ha demostrado que no habría sido suficiente para
producir una llama tan destructora.
La Teoría Científica del Efecto Mecha,
Descalificada
El efecto Mecha a sido utilizado para explicar
los fenómenos de combustión espontánea, pero este experimento realizado por
expertos en el tema demuestra que está errado.
Sobreviviente Quemado
Unos recientes informes forenses demuestran
que las víctimas de la CHE habían inhalado grandes cantidades de humo,
sugiriendo que solo se producía en personas vivas. Afortunadamente, las
víctimas parecían adormecerse al iniciarse la combustión.
El caso de Jack Ángel parece ser una prueba de
ello. En 1974, en Georgia, Estados Unidos, Ángel se fue a dormir y despertó
cuatro días más tarde con unas quemaduras tan horribles que fue necesario
amputarle el antebrazo derecho. Por otra parte, el pijama y las sabanas de la
cama estaban intactos y no sintió ningún dolor hasta varias horas después de
haber recuperado la conciencia. Ángel no pudo recordar como se hizo las
lesiones, incluso bajo regresión hipnótica.
Un Extraño Fuego Sobrenatural
Restos y piso calcinado de una víctima por combustión humana.
Entre todos los destinos inexplicables que
pueden aguardar a una persona, quizás el más extraño sea el de arder
inesperadamente, sin que ninguna causa aparente lo justifique. A este fenómeno
se le ha intentado dar varias explicaciones racionales... pero nadie lo ha
conseguido.
Desde hace mucho tiempo, la gente cree que en
ciertas circunstancias el cuerpo humano puede arder por decisión propia. Las
llamas, además, son tan terribles que en pocos minutos la víctima queda
reducida a un montón de cenizas carbonizadas. Esta creencia -algunos la llaman
superstición- existe desde hace siglos y se basa en la idea del castigo divino
contenida en el libro de Job. Este fenómeno fue muy popular en los siglos XVIII
y XIX, y entre otros, el famoso novelista británico Charles Dickens se sintió
fuertemente atraído por el tema. Dickens había examinado los casos de
combustión espontánea humana (que abreviaremos Che) como podría hacerlo un
juez, conocía la mayor parte de los primeros casos, y describió algunos de
ellos en sus obras (por ejemplo, la muerte de Krook en La casa desierta,
escrita en 1852-53).
La muerte de la condesa Cornelia Bandi, de 62
años, acaecida en abril de 1731 cerca de Verona, es uno de los primeros informes
fiables de Che. Según parece, la condesa se había acostado después de cenar y
se quedó dormida después de conversar varias horas con su doncella. Por la
mañana, la doncella volvió a despertarla y presenció una escena horripilante.
La habitación estaba cubierta de hollín y el suelo cubierto de un líquido
pegajoso; de la parte inferior de la ventana goteaba un extraño líquido
amarillo y grasiento, que hedía de forma poco usual. La cama, que no había
sufrido daños, tenía las sábanas vueltas, indicando que la condesa se había
levantado. A un metro y medio de la cama había un montón de cenizas, dos
piernas intactas, con medias, entre las que yacían el cerebro, la mitad de la
parte trasera del cráneo, el mentón y tres dedos ennegrecidos. Todo el resto eran
cenizas que si se tocaban dejaban en la mano una humedad grasienta y hedionda.
Quizá la característica más común de la CHE
sea la gran velocidad con que se produce. Muchas víctimas fueron vistas con
vida pocos momentos antes de que el fuego sobreviniese desde la nada. Un
cirujano italiano, Battaglio, relató la muerte de un cura llamado Bertoli, en
la ciudad de Filetto, ocurrida en 1789. Vivía con su cuñado, y en cierta
ocasión se hallaba solo leyendo un libro de oraciones en su cuarto. De pronto
se le oyó gritar. Los que acudieran en su ayuda le encontraron en el suelo en
vuelto en una pálida llama que se apagó al acercarse ellos.
Bertoli llevaba una túnica de tela de saco de
bajo de sus vestidos, cerca de la piel, y en seguida se comprobó que la ropa de
encima se había quemado dejando intacta la túnica. Debajo de la túnica, la piel
del tronco no estaba quemada, pero colgaba de la carne a jirones. Algunos
autores deducen que el fuego debe desarrollarse con extrema rapidez, puesto que
las víctimas se hallan a menudo sentadas tranquilamente, como si nada hubiese
ocurrido.
En la mayoría de los casos solo quedan los miembros inferiores.
Otra característica casi universal de la CHE
es la extrema intensidad de calor que genera. En circunstancias normales es muy
difícil quemar un cuerpo humano, máxime si está vivo, y los cuerpos de las
personas que mueren envueltas en llamas normalmente sólo sufren daños parciales
o superficiales.
Todos los expertos afirman que la reducción de
un cuerpo humano a un montón de cenizas calcinadas requiere una gran cantidad
de calor, y que se debe echar combustible y mantener el fuego durante horas: a
pesar de ello, los crematorios suelen incluso moler los huesos que quedan. A
raíz de un caso de CHE, el doctor Wilton M. Krogman, antropólogo forense de la
Universidad de Pennsylvania, declaró que había visto cuerpos quemando en un
crematorio durante 8 horas a 1.110°C sin que hubiese ningún indicio de que los
huesos se calcinasen o se hiciesen polvo, y que se necesita una temperatura de
unos 1650 °C para que los huesos se fundan y se volatilicen. En el caso de Léon
Eveille, de 40 años, que fue encontrado completamente quemado en el interior de
su coche cerrado en Arcis-sur-Aube (Francia) el 17 de junio de 1971, el calor
había fundido los cristales del coche. Se calcula que un coche al quemarse
alcanza una temperatura aproximada de 700 °C, pero que para que se funda el
cristal la temperatura tiene que superar los 1.000 °C.
En los casos de CHE nos encontramos
repetidamente con otro extraño fenómeno: la localización del calor. Los cuerpos
abrasados se hallan estirados en camas intactas, sentados en sillas ligeramente
quemadas o con los vestidos en perfecto estado.
En 1905 el British Medical Journal relató la
muerte de "una anciana señora de costumbres extravagantes". La
policía irrumpió en una casa de la que salía humo y encontró: un pequeño montón
piramidal de huesos humanos calcinados encima del cual se hallaba un cráneo, en
el suelo y delante de la silla. Todos los huesos habían sido completamente
quemados y carbonizados; cada partícula de tejido blando se había quemado, y
sin embargo un mantel que estaba a tres pies de los restos se hallaba
intacto... Curiosamente, el techo estaba también quemado, como si la mujer se
hubiese convertido en una antorcha de fuego.
Charles Fort, uno de los principales
interesados en estos temas, narra en sus Obras Completas (1941), dos casos
asombrosos. El primero, recogido por el Daily News el 17 de diciembre de 1904,
describe cómo la señora Cochrane, de Falkirk, fue encontrada muerta por
quemaduras en su habitación y "totalmente desfigurada". No se oyó
ningún chillido, y muy pocos objetos resultaron quemados. El fuego no estaba
encendido. Se encontró su cuerpo carbonizado "sentado en una silla, con
cojines a su alrededor". El segundo caso, relatado en el Madras Mail del
13 de mayo de 1907, se refiere a una mujer del pueblo de Manner, cerca de
Dinapore. Se había quemado su cuerpo, pero no sus vestidos. Dos guardias la
encontraron en una habitación intacta, y llevaron el cuerpo aún ardiente al
Magistrado del distrito.
En 1841 el British Medical Journal publicó el
discurso que el doctor F. S. Reynolds dirigió a la Sociedad Patológica de
Manchester en relación a la cuestión de la CHE. A pesar de que rechazaba la
idea de la combustión espontánea, admitió la existencia de casos
desconcertantes, y citó un ejemplo extraído de una experiencia personal: una
mujer de cuarenta años que había caído cerca de una chimenea. Fue encontrada a
la mañana siguiente, aún ardiendo. Lo que le sorprendió fue el daño que habían
sufrido las piernas: el fémur estaba completamente carbonizado y envuelto en
unas medias intactas; las articulaciones de las rodillas estaban abiertas.
Algunos especialistas en CHE se han planteado
el hecho de que las víctimas no griten ni luchen. Es algo más que un simple
quemarse: existen algunos elementos psíquicos que preceden o acompañan a este
hecho y que podrían explicar la apatía o incapacidad por parte de las víctimas
supervivientes de explicar lo que les ocurrió. Así, por ejemplo, el Huil Daily
Mail del 6 de enero de 1905 describió cómo una anciana mujer, Elizabeth Clark,
fue encontrada una mañana con quemaduras mortales, sin que su cama, en un
hospital de Hulí, registrase marcas de fuego. No se había oído ningún grito ni
ruido de lucha a través de las mamparas. La mujer fue "incapaz de dar un
relato coherente" de su accidente, y murió poco después.
La combustión humana espontánea ha recibido
las críticas más severas por parte de la ciencia. El gran pionero de la
química, el barón Justus von Liebig, escribió una apasionada refutación de las
combustiones preternaturales o espontáneas, basándose en el argumento de que
nadie las había visto.
Como hombre de ciencia, consideraba las
pruebas históricas como un dato no comprobado de la creencia en la CHE, más que
como pruebas reales de muertes por incendio espontáneo. Además, se lamentaba de
la falta de testigos expertos y no tomaba en cuenta otros testimonios, porque
"proceden de personas ignorantes, sin experiencia en la observación y
llevan en sí mismos la marca de no ser dignos de confianza".
Por otra parte, han sido varios los intentos
de dar una explicación científica a la CHE. Entre ellos destaca el de algunos
médicos de principios de siglo, pioneros de la patología. Según su teoría, en
ciertas condiciones el cuerpo puede generar gases que se queman al entrar en
contacto con el oxígeno. Así, por ejemplo, el ilustre científico barón Karl von
Reichenbach escribió sobre el "miasma de putrefacción" de los cuerpos
humanos. Sin embargo, Liebig no encontró pruebas de que este gas existiese
"en cuerpos sanos o enfermos, ni siquiera en la putrefacción de cuerpos
muertos".
Dixon Mann y W. A. Brend, en su Forensic
Medicine and Toxicology (1914), explicaron el caso de un hombre obeso que murió
dos horas después de ingresar en el hospital Guy de Londres, en 1885. Al día
siguiente se encontró su cuerpo muy hinchado, con la piel distendida y
completamente lleno de gas, a pesar de que no había señales de descomposición.
"Cuando se le pinchó en la piel, el gas salió y se quemó con una llama
parecida a la del hidrógeno; ardieron simultáneamente más de una docena de
llamas." Si el hombre hubiese muerto en su casa, cerca de un fuego,
hubiéramos tenido otro caso de "combustión espontánea".
De todas maneras, un gas de este tipo dentro
de los tejidos del cuerpo seria fatalmente tóxico, y provocaría una grave
enfermedad o incluso la muerte de la víctima.
En muchos casos la combustión llega a perforar el piso.
Normalmente estos síntomas no se manifiestan:
a menudo las víctimas han sido vistas vivas poco antes de que se quemaran. Esta
teoría tampoco sirve para explicar el hecho de que los vestidos permanezcan
muchas veces intactos sobre el cuerpo carbonizado.
Como alternativa a la teoría de la enfermedad,
podríamos considerar que ciertas funciones orgánicas o mecánicas de los
procesos del cuerpo están alteradas. Ivan Sanderson. y antes que él Vincent
Gaddis, estudiaron la formación de fosfágenos en el tejido muscular, en
especial la vitamina B1.
En ciertas personas sedentarias, el fosfágeno,
compuesto similar a la nitroglicerina y de formación endotérmica, podría
acumularse en cantidades anormales, de manera que los cuerpos se volvieran
fácilmente combustibles. Esto podría explicar la propensión de algunas personas
a arder, pero falta aún identificar el porqué de la "chispa de
encendido".
Los casos de CHE que afectan a varias personas
a la vez son extremadamente raros. El barón Liebig pensó que el hecho de que se
produjesen simultáneamente varios casos de CHE refutaba la citada teoría de la
enfermedad, puesto que según su experiencia una enfermedad no seguía nunca el
mismo curso en dos o más personas en cuanto a síntomas, culminando con sus
muertes simultáneas. Ciertamente, ninguna de las enfermedades sugeridas provoca
tales efectos.
En la mayor parte de testimonios sobre CHE, el
escepticismo es el que domina; si contamos con un considerable número de casos,
ha sido gracias a los esfuerzos de personas como Charles Fort. El fue el
primero que se ocupó de compilar relatos de fenómenos extraños. La fuente
principal de donde se ha extraído esta información han sido los periódicos y,
sobre todo, las revistas médicas: son los médicos forenses y sus ayudantes
quienes tienen la poco envidiable tarea de enfrentarse con pruebas que parecen
contradecir las leyes físicas y las opiniones médicas. Es inevitable que en los
informes que ellos redactan se hagan suposiciones acerca de tropezones con
estufas, chispas, fumadores descuidados y, en el caso de niños, de juegos con
cerillas.
Sin embargo, fue el interés médico-legal el
que mantuvo viva la idea de la CHE, junto con los patólogos que confirmaron
primero el fenómeno y después lo rechazaron en favor de la combustión
preternatural. Además, cabía la posibilidad de que un asesino simulara una CHE
para ocultar su crimen. Uno de los primeros casos ocurrió en Reims, en 1725,
cuando Jean Millet, un posadero, fue acusado de mantener relaciones con una
bella criadita y matar a su mujer. Ésta, que bebía a menudo, fue hallada una
mañana a unos 30 cm de la chimenea.
Según se dijo entonces, "sólo una parte
de la cabeza, con una porción de las extremidades inferiores y unas pocas
vértebras, habían escapado a la combustión. Unos 45 cm del pavimento debajo del
cuerpo se habían consumido, pero una artesa y un mortero que estaban muy cerca
no habían sufrido daños". Un joven médico ayudante, llamado Le Cat, se
hospedaba en la posada, y logró convencer al tribunal de que ésta no era una
muerte ordinaria por quemaduras sino una "visita de Dios" a la mujer
borracha y un resultado obvio de empaparse las tripas con alcohol. Millet fue
declarado inocente y le Cat se transformó en un médico distinguido que publicó
una memoria acerca de la CHE.
Más de un médico podría contar que a lo largo
de su carrera ha observado combustiones fatales y misteriosas, aunque dichos
informes suelen surgir de manera espontánea y casual, y no suelen reflejarse en
la prensa. Según la experiencia de algunos médicos, se presenta aproximadamente
una vez cada cuatro años.
De hecho, los modernos investigadores de la
CHE desmienten la idea de que el fenómeno sea tan poco frecuente como sugieren
algunos comentaristas. Existen cada vez más casos testificados por médicos y
patólogos, y su número aumentaría, probablemente, si se pudiera eliminar el
temor al ridículo que conllevan los temas que, como éste, desafían las leyes
científicas comúnmente aceptadas.
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Excelente recopilación de sucesos de combustión espontánea, todavía un gran misterio sin resolver de que las provoca. Mucha gracias Profe por compartir.
ResponderBorrarYo creo que esas personas sufrieròn un ataque psiquico y no supieròn o no pudieròn controlar toda esa energia emanando desde su propio interior, mi teoria es porque hace muchos años lei en internet un comentario de una chica que contaba una experiencia a la cual asocie automaticamente con CHE. Se desperto en medio de una paralosos del sueño y ve una especie de entidad encima de ella, entonces penso que tenia que sacarselo de encima y como estaba paralizada cerro lps ojos y comenzo a sentir un fuego dentro de su cuerpo que le quemaba de repente ve una luz o algo asi, no recuerso muy detalladamente pero calcino a la entidad, la hizo polvo que desaparecio en el aire. En el mundo espiritual siempre hay respuestas, deberian investigar que practicas espirituales llevaban esas personas, siempre se investiga todo lo referente a lo fisico pero nada de atenciòn a la vida espiritual de los involucrados. Àdios.
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